
Instalación permanente. 295 x 545 x 740 cm. CaixaForum Barcelona.
Hubo un tiempo en que se podía entrar en esta habitación completamente forrada de planchas de plomo y caminar por su interior. Era como penetrar en una escultura hueca donde escuchar el silencio y descubrir el vacío bajo una opresiva sensación de angustia.
Es una pena que el acceso haya sido prohibido; ahora sólo se puede contemplar desde el hueco de la puerta y ha perdido la mayor parte del sentido que Beuys pretendía.
Al introducirse en esa cámara acorazada se proponía experimentar la propia vida, el dolor y la soledad, tomando conciencia de una forma desgarradora a través del aislamiento y la frialdad que produce el plomo; sugería quedarse a solas en el interior durante unos minutos y explorar las conexiones entre la naturaleza de nuestro cuerpo y la parte mental del pensamiento. Se trata, en definitiva, de conectar con el arte, con esa faceta creativa que todo individuo posee, según Beuys, y que le capacita para generar cambios y comunicarse.
Su objetivo no era otro que el de unir arte y vida a través del sufrimiento del abandono o la reflexión del retiro voluntario