Comisariado+texto+producción de arte__ CASA DESMONTADA Y CUERPO VIRTUAL. Manuel Granados. Sala de Arte La Marineta. Mollet, Barcelona

Muestra de Arte Audiovisual L’Habitaciò del farmacèutic.

La Marineta. Mollet del Vallés. Barcelona

CASA DESMONTADA Y CUERPO VIRTUAL. Videoinstalación

MANUEL GRANADOS

Asistimos, desde hace décadas, a una desmaterialización paulatina del mundo físico y objetual. En el arte comenzó mucho antes, quizá con los impresionistas y su interés por plasmar las sensaciones que emiten los paisajes y las situaciones cotidianas; mas adelante, con la abstracción, la pintura toma el camino hacia la introspección, mirar y hacer perceptible la intimidad invisible, el inconsciente, el alma y las emociones subjetivas del individuo; y más tarde, el arte conceptual se esforzó por representar la idea pura. La era digital supuso el comienzo de la globalización virtual en el terreno económico y político; pero la verdadera revolución de lo inmaterial, en lo sociológico y cultural, llega de la mano de las nuevas tecnologías aplicadas a la información, la comunicación y las conexiones virtuales. Éstas no han hecho más que acelerar el proceso de disolución de la objetividad del mundo físico en lo ideológico y el ámbito virtual. Esto repercute ampliamente en la percepción y la experiencia de lo sensible; dicho de otro modo, la forma de ver y entender la realidad circundante está impregnándose de ese halo difuso que supone percibir a través de imágenes representativas en las pantallas. Irremediablemente se produce un cierto trastorno o dislocación en el terreno material, lo que conlleva, en este primer estadio, a una fase de confusión física, mental y emocional para las personas.
En este contexto de realidad material tambaleándose y mundo virtual en construcción, faltan pautas de comportamiento; no existen referentes válidos a los que recurrir, ni bases sobre las que fundamentar los nuevos códigos de relación.

La instalación Casa desmontada y Cuerpo Virtual es la metáfora con la que se describe cómo se vive en el centro de dos realidades difusas que se solapan; lo que conocemos se está desarmando, los modos de relación y los objetos que hemos heredado ya no tienen el sentido que tuvieron. La memoria de lo anterior no responde a la difícil tarea de equilibrar entre lo que ya no sirve y lo que todavía se revela como vago y cambiante. El resultado es un día a día confuso y abrumador que embota los sentidos e incapacita para la acción constructiva. Lo que se presenta en este proyecto es un mundo en transición donde se entremezclan la dimensión física (que no es posible conocer en toda su amplitud), con un tiempo histórico cuya memoria se desvanece y una virtualidad construida toscamente como una existencia en paralelo. Este intermedio se presenta como un campo de batalla caótico donde se establecen relaciones enmarañadas, burdas y precarias. A pesar de encontrarnos en un contexto sin precedentes, de mayor acceso a la información y gran libertad de expresión y creación, el futuro que se divisa es incierto y cada vez más opresivo; algo que ya se vislumbra en un presente que se desmorona, donde las personas son sometidas a sistemas de vigilancia, control y censura como nunca antes.

CASA DESMONTADA Y CUERPO VIRTUAL.

Instalación audiovisual formada por muebles y objetos desprovistos de su uso habitual (pueden proceder del desalojo de una  vivienda, de un almacén, de material de derribo, o cualquier otro lugar por el estilo), junto a los que se proyectan videos creados, en  su mayoría, a partir de imágenes apropiadas de internet y las redes sociales.  El tamaño de la instalación, el número de proyectores y la duración de las proyecciones es variable. Se requiere un espacio estanco  de un mínimo de 10 m​2​, para utilizar de 2 a 6 proyectores, según el espacio disponible. Los videos se proyectan sucesivamente en  bucle, produciendo amalgamas, relaciones y superposiciones azarosas nunca repetibles. 

En esta instalación inmersiva se reclama la interacción del espectador al poner en relación el ​ cuerpo físico y el cuerpo virtual. El primero, lo integran el mismo espacio y los objetos que lo ocupan; estos son la casa desmantelada donde se ha perdido toda conexión y funcionalidad originaria. El espacio y los enseres incorporan la memoria congelada que se comporta  como pantalla receptora; al  proyectar el cuerpo virtual de los  videos sobre su relieve y mobiliario se altera la información contenida en la  memoria de las imágenes, para  adquirir nuevas significaciones: cada idea, texto, noticia, foto o gif, que se  sube al cuerpo virtual, se identifica con un estado de conciencia que  articula una dimensión o ámbito.

Al sumergirse en el espacio desorganizado de las imágenes y sonidos superpuestos, el espectador queda abrumado por una sobredosis de información que no puede procesar. Se crea una fantasmagoría que remite a las propias redes sociales, a esa maraña confusa que desemboca en un uso fallido de la comunicación. El abuso obstruye y colapsa la percepción originando el efecto contrario al deseado: la terrible desconexión entre los individuos.

En esta pieza se quiere evidenciar la relevancia y cotidianidad que suponen las prácticas virtuales hoy día. Aunque está pasando inadvertido, es conveniente detenerse a pensar sobre la imagen virtual que, como usuarios de redes sociales creamos en el mundo inmaterial, ya que de alguna manera ésta empieza a imponerse sobre la entidad ser humano que habita la realidad física. Dicho de otra forma, el rol imaginario reconstruido a base de retazos de imágenes retocadas, experiencias fingidas y formas de ser, pensar y hablar inventadas, o como poco trastocadas, está fortaleciéndose frente a la identidad real. Pero es que la existencia en el mundo materializado está dejando de ser la principal para ser relegada a una vida paralela secundaria y subsidiaria de la virtual.
Lo que comienza siendo una actividad lúdica y entretenimiento en momentos de ocio, se va extendiendo a todos los ámbitos de la vida; de mostrar eventos esporádicos se pasa a exhibir los espacios íntimos para terminar relatando lo que se piensa, se siente y experimenta constantemente a tiempo real. Esto vino propiciado por lo que, inapropiadamente, se llamó la web 2.0, que ha permitido al usuario dejar de ser un sujeto pasivo que sólo mira, lee, escucha y que se comunicaba one to one para convertirse en un ser capaz de interactuar, siendo productor de contenidos y comunicador de ideas.

En principio, esto significa una enorme democratización y un aumento de posibilidades, al dar la oportunidad a cualquier persona a expresarse de la manera que desee sin pasar ningún filtro que tenga que ver con los sistemas económicos, medios de comunicación de masas ni mecanismos generadores de opinión convencionales. Cualquier persona se convierte así en el protagonista de su propia historia y tiene un altavoz desde donde difundir otros argumentos. La evolución que han ido experimentando las redes sociales en los últimos años ha llevado a que algunos las rebauticen irónicamente como “redes egocéntricas”; pero como estamos viendo en los últimos tiempos, muchos analistas políticos y económicos cuya opinión no casa con los estándares convencionales del globalismo están jugando un papel crucial para dar a conocer alternativas y disidencias. La tragedia vivida desde 2019 pone de manifiesto una serie de restricciones en la información y la imposición de métodos de control sobre las personas cuya gravedad en la pérdida de derechos fundamentales ya no puede ocultarse por más tiempo en el batiburrillo de contenidos en la web.

El  resultado de esta instalación es imprevisible y dependerá del  espectador interpretar la experiencia multidimensional como la necesidad de crear una red interconectada de contenidos diversos, fundamentados y críticos o seguir inmersos en una maraña caótica de información absurda, falsa y manipuladora vertida para crear confusión y desactivar la crítica. El espacio patas arriba es la Casa desmontada o metáfora de la desaparición de la vida física cotidiana; representa la memoria corpórea que habita en los artefactos físicos atesorados tanto en el trastero como en el museo. El objetivo es visualizar el momento de transición entre lo orgánico y tecnológico en el que somos figurantes.  Dos mundos, el analógico y virtual, obligados a convivir y conectarse y conectarnos.    

Un mundo que se arruina frente a  otro que está por pensarse y construirse. La puesta en relación de los objetos y las imágenes hace desaparecer sus significados e interpretaciones originarias para forzar el establecimiento de nuevos  vínculos, junto con el espectador. De tal manera que se produzcan otros estados mentales capaces de desenredar la maraña presente y repensar futuribles estados de conciencia.


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