Ensayo__ LA RESISTENCIA DEL REPLICANTE

GHOST (FANTASMA). KADER ATTIA. 2007
Colección del Centro de Arte Pompidou de Málaga
Instalación de 112 esculturas a tamaño natural moldeadas con papel de aluminio, a partir de alumnas de Bellas Artes, arrodilladas en posición de oración, orientadas en la misma dirección y perfectamente alineadas en 7 columnas de 16 filas. Todas las esculturas están huecas.

Para acercarnos a la obra de Kader Attia, hemos de entender primero su posición de artista en el límite (Kader Attia es francés, nacido en París en 1970, de padres emigrantes argelinos). Mignolo habla del pensamiento fronterizo como aquel que comparte la memoria de dos mundos separados, el que surge del dolor del desarraigo por no estar plenamente incluido en ninguno de ellos. Al mismo tiempo, este espacio resulta ser un lugar fructífero y de privilegio, desde donde se puede empezar a crear nuevos pensamientos, nuevos discursos y representaciones que incluyan al otro, ya sea con una actitud meramente narrativa, de denuncia, crítica con el modelo colonialista o positivista; y no desde la posición del que siempre ha empuñado la pluma de la historia hasta ahora. Los estudios poscolonialistas suponen la visión de los protagonistas de la historia que se relata. Se trata de dar voz al otro, al que se ha considerado incapaz de expresarse, pensarse y representarse. Esta zona intersticial, “entre-medio” en palabras de Bhabha es donde se pueden elaborar estrategias identitarias negadas tanto a nivel individual como colectivo por el pensamiento eurocentrista colonial.

La cultura, en general, así como esta instalación de Kader Attia, en particular, sirven de mecanismos de resistencia. Esta obra podría ser considerada por Bhabha como Transnacional, ya que habla de una historia específica de emigración tras el proceso de descolonización y guerra de Argelia, contada desde la perspectiva de los desplazados a Francia, cuya primera generación de descendientes (a la que pertenece Attia) se encuentra en un terreno de confrontación cultural. Desde este lugar no se demanda únicamente cambios de contenidos o símbolos culturales que sean incluyentes, sino una revisión radical donde quepan las historias emergentes. Kader Attia vive el fenómeno transnacional desde niño y esta obra no hace más que traducir su realidad, su vivencia duplicada: una cultura de la que se impregna de primera mano en el interior de casa y otra asimilada en el exterior. Este es el lugar donde se instala la cultura híbrida, con su promesa de transformación, de echar por tierra los discursos de autoridad rígida y dominante. Ghost se enfrenta a esa autoridad con un orden casi militar, la estructura de la instalación es simple pero muy organizada y recuerda la forma en que se disponen los musulmanes cuando rezan en las mezquitas (probablemente referencia importante para él); sin embargo, al mismo tiempo se establece un diálogo directo con parámetros que remiten a los mandatos civilizadores de occidente (orden, regla, ley, jerarquía, simetría, disciplina,…) y que no responden al caos que, desde la perspectiva del colono, implica la cultura subalterna; este doble juego referencial incide en la posición crítica del artista, haciéndola tanto más efectiva a ambos lados del límite: Attia pretende escapar tanto de la cultura dominante del occidente cristiano como de la rigidez de la autoridad musulmana.

El espacio híbrido parece resultar un terreno fértil en cuanto a la cultura y al arte se refiere; un territorio de confluencia de conocimientos de ambos lados de la frontera. El artista híbrido tiene más fuentes de las que beber ya que para él es más difícil discriminar; su aportación holística representa más caras del poliedro de la realidad.

Se hace imprescindible contextualizar la necesidad que muchos artistas y pensadores han sentido de contar la historia silenciada y desde otro punto de vista. La aparición del ensayo Orientalismo de Said abrió la veda a la denuncia de la modernidad; ésta enarbolaba la bandera del progreso, como la cara visible capaz de legitimar el reverso vergonzante del colonialismo, y éste sería y es la estrategia necesaria para desarrollar el capitalismo. La apropiación de territorios y recursos para la insaciable Europa y su desarrollo industrial burgués obviaba al individuo como ser pensante, su forma de agruparse y administrarse. La narrativa de la modernidad era grandilocuente y pomposa, trataba de hacer adeptos a su causa sin respeto por la diferencia. En el contexto ilustrado, el otro racial sólo fue objeto de estudio y clasificación, como una especie más de la fauna o la flora a investigar. Ni siquiera la obsesiva y sesgada visión psicoanalista freudiana, con su interés por el subconsciente primigenio, libre de toda civilización, hacían sentir a los colonos que se encontraban frente a seres humanos con fisiologías, emociones y formas de pensamientos idénticos, pero con ritmos culturales distintos, en espacios diferentes, cuya alteridad era enriquecedora y no el final de una trayectoria fallida, digna de ser despreciada, discriminada y aniquilada.

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NEGACION DE LA IDENTIDAD

La obra de Attia alude desde el título, Ghost (fantasma) a la desaparición de toda identidad subjetiva del otro, al que se le despoja de todo estatuto. Las figuras están huecas, los mantos recubren la realidad de quien no encaja en ese molde creado para perdurar: el ESTEREOTIPO. El estereotipo es la estrategia de la colonialidad, de cualquier posición de poder que fija la diferencia y la repite hasta la saciedad, cualquiera que sea su coyuntura histórica. El mecanismo del poder necesita del conocimiento (Faucault) para sus acciones políticas y a través del estereotipo conoce, ordena, nombra, clasifica, identifica la diversidad cultural en un afán que Bhabha denuncia como maniobra política e ideológica que pretende mantenerla fija, inmutable y sobre todo reducida y acotada al discurso único dominante. Sin embargo el artista quiere remarcar la diferencia cultural mostrando, ya no el pluralismo como sumatorio de tradiciones, sino desde su punto de vista, su forma de pensar y su modo de producir una narrativa acerca del estereotipo creado por occidente, que complemente y reivindique el otro con la autonomía suficiente para escapar de él; de esta forma el otro se ha convertido en fantasma, como dice Bhabha, por acción y gracia del occidental que lo excluye de su discurso para evitar el enfrentamiento con él. Oponerse al diferente racial o cultural produce terror, es por eso que se le ha desmaterializado para no vernos reflejados en él; se le despoja de su espacio y de su tiempo para que no pueda desarrollar su poder, esa fuerza que se volvería hacia el colonizador delatando su incapacidad de entender y de ser. Ver al otro con tolerancia supondría mostrar el mismo respeto hacia lo que somos como individuos y colectivo, ver nuestras carencias, contradicciones y marañas interiores o lo que es peor ver nuestro vacío y maldad, algo que es difícilmente llevable desde la posición del que se erige líder. Vaciar las esculturas es la forma de representación que usa el artista para evidenciar, al mismo tiempo, la negatividad eurocentrista hacia el otro y su temor; el desconcierto que puede producir observar la obra de Kader Attia debía sentirlo el Europeo ante la mirada de las personas que se encontraba (africanas, asiáticas o indígenas) y a las que rechaza y rehuye sistemáticamente.

REPETICION TACTICA

La disposición repetitiva, ordenada y predecible de las figuras reafirma uno de los pilares del estereotipo para asegurar su perdurabilidad. Esta repetición igualitaria incide en la discriminación y opresión del modelo de homogeneización occidental, que aquí se halla amplificado al disponer las figuras en actitud orante. Desde el 11 de septiembre de 2001 se han añadido nuevas justificaciones que perpetúen el estereotipo que persigue a la cultura musulmana: el fanatismo religioso exacerbado, tantas veces repetido en las noticias y afianzado por miles de imágenes que hagan relacionar de forma instantánea mundo árabe, religión, fanatismo, terrorismo y muerte.

Attia utiliza un lenguaje reconocible. A través de las figuras en posición de rezo, es decir, arrodilladas en el suelo, remarca la elocuencia del estereotipo que tanto ha interesado al discurso orientalista para tener a los árabes controlados. En el relato simplista tradicional, los árabes son o buenos o malos (Said); los buenos son los que hacen lo que se les dice, y los malos los que no, y hoy más que nunca se reafirma este hecho, en considerar a todos los insumisos como terroristas. El colonialismo americano actual delata sus intereses claramente partidistas y acusa al Islam como ideología peligrosa y enemiga del progreso occidental. Una vez más los fantasmas de Attia cobran sentido en las políticas encaminadas a la deshumanización. En las últimas décadas, los EEUU están redirigiendo sus estudios e investigaciones sobre Oriente por el lado más científico, reduciéndolos a un conocimiento más profundo de la lengua para fines estratégicos, obviando la copiosa cultura oriental, en toda su riqueza y diversidad en el terreno de la historia, literatura, arte, música, así como en lo personal, social y político.

Si a todas las referencias de sumisión cultural y religiosa “a la que está obligada por ser conocimientos subalternos al discurso histórico universal” añadimos el hecho de que Attia ha tomado de modelo a mujeres para los moldes de sus “No-esculturas” la potencia del estereotipo se incrementa exponencialmente. Este es un punto que incide con más profundidad en el territorio de la discriminación: mujer musulmana, sumisa al hombre (padre, hermano, marido), casta, fiel, tradicional, devota,…  Desde la posición europea del siglo XXI denunciamos la falta de libertades de la mujer musulmana, algo que es admirable si no fuera por la escasa memoria que denota el hecho de eludir que hasta hace muy poco y en el mejor de los casos (de la mujer blanca, occidental, de clase media, con formación) no podían tener una cuenta bancaria sin el permiso de un hombre de la familia.

MIMESIS

Negar la identidad original o singular  respecto al diferencial sexual y racial; negar la procedencia, las formas de vida, la capacidad de pensar; negar la trayectoria evolutiva, el ritmo social y productivo propio; La negación es el primer paso para articular la acción transformadora que el colonizador quiere operar en el colonizado. Este se erige como padre y maestro, paladín civilizador, para educar al “salvaje” en los valores occidentales y convertirlo en un ser igual a él. A través de la implantación del modelo mimético se pretende crear seres adoctrinados e idénticos, adeptos para la causa común, la mano de obra inmejorable para incorporar en los medios de producción capitalistas. Sin embargo las técnicas de replicación no son perfectas, en su proceso formativo suceden cortocircuitos que impiden copias idénticas; en algún momento se rompe la linealidad del discurso moralizador y político, desarrollándose la reacción de resistencia del colonizado. El temor de Grant a que los indios exigieran su libertad al ser conscientes de las contradicciones y debilidades de los fundamentos de la civilización británica (occidental) se cumplen y se manifiestan en la parcialidad del modelo mimético.

Así como Platón prevenía ante el engaño del arte que pretendía imitar la naturaleza (cuya perfección era inalcanzable incluso para el mejor de los maestros) tratar de hacer seres iguales, advierte Bhabha, despreciando sus orígenes, particularidades y rica cultura, desemboca en la construcción de duplicados con textos superpuestos, cuya lectura es inevitablemente distinta al original occidental. Si a esta copia errónea le añadimos el conocimiento que obtiene el colonizado sobre las limitaciones del relato histórico eurocentrista, el poder subversivo se incrementa al convertirse en un otro más incómodo e inadecuado, un individuo que se mueve con libertad en los dos terrenos, pero paradójicamente, termina por no encajar en ninguno de ellos.

    POLITICA FANTASMAGORICA

En el mensaje del discurso colonialista hay una importante politización de los medios de producción, tal como revela la propia realización de la obra que nos ocupa. Attia se vale de unos modos de representación complejos; recurre tanto a la angustia y desazón como a la positividad, en un juego de contrarios para hacernos girar alrededor de todas las significaciones posibles de la obra y llegar más allá de lo perceptible sensorialmente. Esta es la forma en que Bhabha nos explica que actúa el estereotipo, exige ampliar los objetivos críticos y políticos para descubrir en el discurso colonialista la estrategia que le hace ser eficaz: ese encuentro entre colonizador/colonizado (aquí sería la representación de la devoción religiosa y la cultura machista) para evaluarlos de forma estereotípica y contradictoria.

 Es por esto que Ghost activa rápidamente una parte del espectador al reconocer al otro, a pesar de la diferencia, porque el discurso colonialista ha calado en nuestra cultura con gran arraigo (incluso cuando estamos atentos y creemos no caer en lo prejuicios de superioridad occidental). Esto lo explica Bhabha en relación a cómo se ha contado la historia de forma que se dirija a producir y hacer circular sujetos y signos que definen al colonizado como otro, distinto, y a la vez conocido y reconocible. Aquí aparece la noción de ambivalencia (presente en toda su obra), que Bhabha va desvelando, tanto en el discurso como en la ideología occidental, como una parte esencial del estereotipo: el sentimiento de fascinación y el de burla; la fobia y negación frente a la identificación y reconocimiento; presencia de lo diferente frente la ausencia; dominio/defensa; placer/angustia; La ambivalencia descubre un relato constreñido y castrado, y aquí es donde incide Bhabha en relacionar el estereotipo con una forma fetichista que pretende la reconstrucción ideológica de pureza racial y prioridad cultural. Él entiende que el sueño occidental consiste en volver al mito del origen histórico donde existía la unidad absoluta en los sujetos (sin diferenciación sexual) y de las creencias. Esta finalidad ancestral reactiva la fantasía que hace recurrir al fetiche (como sustituto del pene castrado) y al estereotipo (como sustituto de la escisión de los individuos en diferentes razas, culturas, religiones,…). Ambos, fetiche y estereotipo, hacen circular el anhelo por una presencia simbólica unificada. Estos objetos enmascaran, dice Bhabha, la ausencia al consensuar una imagen que se pretende universal. Esta imagen que tiene que ver con la apariencia, estará amenazada por la carencia y creará  la confrontación en el modelo colonial al renegar la diferencia. El espejo de Lacan devuelve un juego perverso de identificación con el imaginario del narcisismo y la agresividad.

La obsesiva simplificación del Sistema Mundo Moderno/Colonial de Mignolo, en este caso el mundo oriental/ árabe/ musulmán, en un todo unificado en términos raciales, geográficos, políticos y culturales, tal como Said denunciaba en su obra Orientalismo, se ha convertido en una realidad fijada, estereotipada, fuera de todo racionalismo y que urge desmantelar por falsa y sesgada. Y a ello se dedican artistas como Attia, cuyo compromiso político propone fracturar el deseo colonialista de unir el orientalismo latente (el de esencia positivista, el que describe los mundos maravillosos de leyendas y mitologías fascinantes) al orientalismo manifiesto, el que exterioriza las opiniones de los que viven la marginalidad directa o indirectamente.

Attia, en su ritual de vacuidad, evita la sensualidad valiéndose de un material pobre, nada fascinante pero falsamente atrayente por sus brillos, como es el papel de aluminio. Aparece de nuevo, la ambivalencia de Bhabha en la realización de su obra en directa comunicación con el contenido ideológico: un material de uso doméstico cuya finalidad es la de conservar alimentos, barato y fácilmente desechable cuando ha cumplido su función. Se pone en cuestión todo el proyecto colonial eurocentrista que trata de encerrar y preservar al máximo el pensamiento y representaciones del otro atrapado en el estereotipo (para que no contamine el discurso civilizador) y al mismo tiempo poderse deshacer de él, por mímesis o por exclusión, en cuanto ya no es necesario como fuerza de trabajo del diseño capitalista.

Mignolo descubre los fundamentos ideológicos sobre los que se ha ido desarrollando el modernismo: el cristianismo, en los comienzos del siglo XVI con la conquista de las Indias Occidentales, y posteriormente, el conservadurismo, liberalismo y socialismo; todos ellos confesables y manifestados con el surgimiento de las naciones (exaltación nacionalista e imperialista) y consumismo. Describe una quinta ideología  vergonzante, pilar imprescindible para el desmesurado progreso tecnológico y desarrollo económico que es el colonialismo. Esta es una estrategia que continúa en vigor, oculta en la clandestinidad, por cuestiones de honor pero también por no desvelar tus tácticas de acción.

Ante este panorama, la actividad de creadores y pensadores es crucial para desenmascarar las estrategias estereotípicas de las esferas de poder que anulan las identidades. El análisis al que nos lleva Attia viene a hacernos tomar conciencia del juego de la colonialidad global, es decir, esa parte del poder que establece su influencia a través de la jerarquización de los individuos por su rango de superioridad/inferioridad. Mignolo promueve romper con los modelos de historicidad lineal y espacial y con el sumatorio de los múltiples “otros paradigmas” posmodernistas, para encarar, como lo hace Attia en su obra, los distintos “paradigma otro”. El artista alza su voz para hablar de la dominación, la explotación y el conflicto (que ha quedado incompleto en el relato occidental) desde el lado del otro racial o cultural, de los sometidos, de los emigrantes y de los refugiados de guerra,… cuyas creencias son denigradas, y que aquí están claramente representados por la inclinación humillante hacia ese poder global, como un Dios omnipresente en cualquiera de las manifestaciones de represión sobre el individuo y la comunidad.

En este sentido Attia y Bhabha coinciden, representando el primero y teorizando el segundo, sobre la afirmación de que “la plenitud del estereotipo está amenazada por la falta”, es decir, que la imagen nunca podrá representar, sustituir o equipararse con la IDENTIDAD. Attia deja escurrir la representación de los rostros y los cuerpos de los individuos bajo los mantos, anulando así el estereotipo, y de esta forma desarticular y desarmar al modelo de colonialismo global de su principal herramienta estratégica.

LA FUERZA DE LOS FINES

La eficacia política de esta obra pasa por el desmantelamiento del estereotipo a través de la ausencia del modelo mimético o pedagógico, tal como Ranciere lo entiende, es decir, por la desconexión entre las sensibilidades del objeto artístico y las sensibilidades de los receptores en cuanto a pensamiento y sentimientos. Dicho de otro modo, Attia ha prescindido de la representación torpe y banal de los excluidos, de los perseguidos, de los que sufren la diáspora o son víctimas de conflictos de cualquier tipo, en definitiva, ha evitado convertir al otro en objeto de lástima o caridad. De esta forma, además de esquivar el enfrentamiento explícito por la ausencia de expresión de los rostros, la crítica política es brutal, paradójicamente, por otra omisión, la de acción de las figuras y su distanciamiento ético con el observador. El activismo social de Attia se manifiesta por su reivindicación oculta, solo visible cuando se bucea en los secretos del arte; la instalación, aislada de todo contexto, rompe los lazos directos de inmediatez de captación de las formas y de comprensión de los contenidos, así como de los efectos deseados con urgencia; Attia reclama la autonomía de Ghost para ser más efectiva a través del conflicto de sensibilidades o disenso que Ranciere cree imprescindible en lo que él llama, quizá con un término poco afortunado, el modelo estético: “el arte, en el régimen de separación estética se encuentra en contacto con la política”.

Acercarse a la obra de Attia supone adentrarse en un complejo sistema de órdenes dislocados entre los que ejercen el poder y los sometidos, que no deja impasible al observador; de igual forma, resulta difícil sustraerse de la rotundidad de lo efímero, de la pesadez de lo perecedero que sugieren las orantes sumisas. Alrededor de las presencias y ausencias se cuela un halo de significaciones y misterio, ese aura de Benjamin que poseen las obras de arte que pueden ser leídas con la mirada, el intelecto y el alma.

BIBLIOGRAFIA

Homi Bhabha, El lugar de la cultura, Buenos Aires, Manantial, 2002.

Walter Mignolo, Historias locales/Diseños globales, Madrid, Akal, 2003

Edward Said, Orientalismo, Madrid, Debate, 2002. 

Jacques Ranciere, Estética y política: las paradojas del arte político.

Yayo Aznar, Palestina: cuando ver es perder el centro.

Walter Benjamin, La obra de arte en la época de su reproducción mecánica, Madrid, Casimiro libros, 2013.

Jacques Lacan, el estadio del espejo como formador de la función del yo tal como se nos revela en la experiencia psicoanalítica.

Michel Faucault, Vigilar y castigar, Siglo veintiuno de España, Editores sa.

Rehnuma Sazzad, Hatoum, Said and Faucault: Resistance through Reveling the Power-Knowledge Nexus? Nottingham Trent University

Enrique Dussel, Europa, modernidad y eurocentrismo. Universidad Autónoma Metropolitana Iztapalapa, México.