Comisariado+texto__EL DEVENIR DE LA MEMORIA. Memoria y territorio. Manuel Granados. Estudio Mínimo

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Proceso de construcción del territorio en el devenir de la memoria.

La memoria individual no es memoria individual.

El diálogo de las ausencias o la presencia invisible.

La batalla de la forma siendo tiempo, la batalla del tiempo siendo instante.

Poetizar lo poetizado, segundo grado de realidad.

Manuel Granados

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Cada pieza de la instalación “El devenir de la memoria. Memoria y territorio” es el anhelo que parte de estructuras heredadas, visibles en los genes que se expresan en el cuerpo y en las huellas que han quedado impresas en el espacio por la acción de sus moradores a lo largo de tiempos consecutivos; a partir de esas formas únicas y subjetivas se han construido memorias colectivas o comunitarias erigidas en cultura y tradición. Ambas han constituido redes de seguridad para un caldo de cultivo donde los individuos vuelven a construir sus memorias singulares que afianzan la cultura.

Sin embargo, para el artista la memoria individual no existe, ya que entiende la construcción del yo como un proceso, un devenir que alienta el encuentro con el otro, con lo desconocido, con la posibilidad, con el vacío.

Todo artista se ve impelido a desvincularse de la memoria social, un territorio construido por la amalgama e intersección de memorias que tratan de conservar sus principios y fundamentos. El artista respeta la cultura, pero no puede participar de la defensa y custodia de la memoria que restringe y coarta el movimiento.

¿Será un diálogo de ausencias o el acercamiento a la presencia invisible?

Esta instalación se articula a partir de la unión o, más bien, la interacción de sus propias obras; una composición a base de la autoapropiación de piezas únicas realizadas, en su mayoría, en papel: dibujos, pinturas y fotografías intervenidas.

Cada dibujo es una pequeña realidad convertida en memoria poetizada, es decir, no es la realidad textual; en este primer grado de poetización, los cuerpos y rostros se han separado del original, representando los ecos que sobrepasan los límites de la objetividad que eran. Cuerpos a los que se les proporciona un lugar donde expresarse; un territorio cuya extensión se abre a través de

diversos recursos como la rotura del papel que sirve de soporte, la pintura que los transforma o la inclusión de huecos o vacíos. De este modo, las censuras y añadidos de los espacios junto a la libertad de representación de estos seres dilatados o contraídos conforman una memoria independizada de lo que consideramos consensuadamente un documento fiel a lo real y se disponen a formar parte del archivo de la memoria poética.

La instalación es un segundo ciclo de entendimiento de la realidad. Se trata de un movimiento que entreteje una realidad laberíntica entre los diferentes retazos de memoria poética con el vacío que proporcionan las áreas blancas intersticiales de pared, suelo y techo. Dicho de otro modo, los huecos entre las piezas dejan de ser espacios muertos o ausencias para convertirse en vacío creador, de tal modo que la memoria en cada una de las pequeñas obras, no solo es una memoria liberada de los límites del consenso, sino que en la amalgama de todas ellas, y a través del vacío con el que se las anima a relacionarse, convierte la ausencia en posibilidad de generar y construir infinidad de memorias poetizadas.

Entonces, ¿dónde queda lo real?

Para Granados, la instalación “El devenir de la memoria” presenta un nuevo concepto de realidad. Lo real, deja de serlo para asomarse, y solo asomarse, a lo Real, con la inicial en mayúscula, porque surge de la intersección de la poesía con el vacío creador. Aquí, hay que entender la poesía como una memoria que ya ha sido atravesada por la intervención de la imaginación, es decir, ya ha habido un proceso de construcción y en última instancia de creación.

Lo real o lo Real son así un proceso de elaboración, que por más que se eliminen o añadan mayúsculas solo llegamos a la idea de Maya del hinduismo, donde el mundo material es pura ilusión, un sueño, si se expresa en palabras de Calderón, un espacio utópico que no se deja de elaborar y transformar en un continuo hacerse.

¿Es el territorio el espacio que alberga la poesía?

Los consecutivos encuentros de la memoria con el vacío generan las infinitas realidades poetizadas en un maremágnum de posibilidades.

Todo territorio constituiría un espacio mental. El universo entero es un espacio mental. La construcción de un territorio es coger ese espacio mental y definirlo con la individualidad, ya sea como sujeto, como pueblo, como civilización…

Pero el territorio que alberga las memorias poetizadas es susceptible de interaccionar con el vacío o el reflejo del vacío (como ausencia de lo que hubo o fue); por lo que el territorio sería receptáculo estable al mismo tiempo que dinamiza su espacio en una constante regeneración dentro de sus límites y en relación con lo que no es él mismo. Poetizar el territorio construido dejaría de ser una formalidad dentro de su frontera, ya no se instauraría como estado o nación completa o acabada, porque se ha relacionado con el vacío del otro lado de sus márgenes. Otra vez se vuelve a reinventar, porque los vacíos son nuevos y la reconstrucción da a luz otras posibilidades de ser.

Es así que el vacío se manifiesta como un vacío creador, capaz de generar en sus múltiples intersecciones con el ser infinitas opciones y la memoria se expresa como devenir en sus infinitas posibilidades.

La instalación, por medio de las sucesivas interacciones con el vacío, nos permite acercarnos a la auténtica realidad que no es otra que comprender y aceptar que estamos en constante proceso de construcción de nuestra individualidad, comunidad y paisaje. Aceptar que somos creación implica dejar de creer en la falsa sensación de que lo que percibimos es una verdad objetiva, única y consistente; somos una ilusión que ha dejado de serlo porque asumimos nuestra naturaleza ilusoria y así poetizamos nuestro estado de memoria y nuestro estado de vacío; y gracias a ello, y solo por ello, reconocemos la verdadera realidad que es el devenir en el caso del ser, mientras que en el caso del no ser, que se extiende sin tiempo ni espacio, sus cualidades son la infinitud y la eternidad.

La memoria poética deja de ser un registro muerto, anclado en el tiempo para convertirse cada pieza en una poetización del documento. En esta instalación no importa la habilidad ni el talento del artista / conservador, ni la fidelidad a lo real de la reproducción y la pulcritud en la custodia o las condiciones del archivo es irrelevante. Aquí, el cuidado no está en legitimar una realidad que será siempre parcial y sesgada, sino en apoyar la imaginación y la creación por su capacidad de atravesar barreras y, desde luego, certificar la libertad que el vacío nos proporciona.

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