Ensayo__ EL PESO DE LAS HADAS

Fotografías realizadas por Elsie Wright y Frances Griffiths: Las hadas del bosque de Cottingley, 1917
Picasso: Retrato realizado entre 1965 y 1973

Lo primero que se observa en estas fotografías (las autoras positivaron cuatro en total) es la inocencia de una joven retratada en una zona arbolada, cuyo único objeto disonante son los seres alados y diminutos que la tradición de cuentos infantiles asocia con el bosque. La contradicción de estas imágenes está en la unión sin suturas apreciables entre el lenguaje, que no necesita conocimientos para entender que se trata de una niña interactuando con un hada, y lo que significa culturalmente que un ser de ficción sea visible y hable con ella. Barthes lo denomina la paradoja de la fotografía porque incluye, como ningún otro mecanismo de comunicación, un lenguaje universal implícito junto a un lenguaje simbólico, que solo puede ser decodificado a través del dominio cultural de un entorno concreto en un tiempo histórico determinado.

Si tratamos de comprender esta imagen desde un análisis estructural, es decir, de los elementos que conforman su mensaje, se podría decir que es la síntesis perfecta entre la objetividad de un mensaje directo y claro y la subjetividad de verificar una situación inverosímil; Sorprende la economía de medios para una comunicación tan efectiva. Estudios sobre la mentira en niños aseguran que la capacidad de fabular está directamente relacionada con la inteligencia; construir un relato y crear pruebas que apoyen el engaño requiere habilidades cognitivas y dominar el lenguaje (en este caso fotográfico), además de tiempo libre y enormes dosis de aburrimiento.

Desde el punto de vista de la producción, estas fotografías fueron concebidas en un momento histórico (principios del siglo XX) e el que las imágenes empiezan a perder su estatuto de veracidad, gracias a la experimentación artística de las vanguardias. La fotografía por su parte emprende la búsqueda de su propio lenguaje para ir más allá de un catálogo de signos (tal como Costa trataba de encontrar) o elementos esenciales que otorgan significación de forma aislada de su contexto vivencial. El calado de esta fotografía sólo se entiende como respuesta a los desastres que el materialismo positivista y objetivo del pensamiento racionalista y laico provoca en una parte de la sociedad. La necesidad de creer en algo mejor que nosotros, en la vida más allá de la muerte, llevó a estudiosos de lo oculto (como el escritor Conan Doyle que perdió a su hijo en la guerra) a dar veracidad a estas imágenes. Los expertos no pudieron certificar 100% la falsificación de las fotografías porque el engaño estaba en el mismo acto de fotografiar. La manipulación no estaba en el negativo o en el positivo sino en la misma construcción de la escena y eso sí que era una gran novedad en ese momento y mucho más en unas manos inexpertas e inocentes. Parecía imposible que una imagen tan directa y literal no fuera el documento de una realidad objetiva. En palabras de Barthes el mensaje era autosuficiente, ni siquiera precisaba del título que fijara el sentido ni del texto creado por Doyle “El misterio de las hadas” que sirviera de anclaje del mensaje denotado, sin código.

Puede entenderse que la visión de la fotografía entonces provocara una cierta conmoción (el punctum de Barthes), una sensación que atrapa y perturba, en este caso por la “realidad de una inviabilidad”. Algo así debió sentir la madre de la niña al ver y mostrar la fotografía en la asociación ocultista a la pertenecía en lugar de quedar como una anécdota en el álbum familiar. Sin embargo, los receptores estaban divididos; El padre de una de ellas conocía la capacidad artística de su hija y no le dio credibilidad. Pero el ojo humano sólo percibe una parte muy limitada del espectro de las longitudes de onda electromagnéticas existentes; gracias a los avances en la tecnología se pudo llegar a ver células o galaxias lejanas, ¿por qué no podría la cámara fotográfica captar objetos y hechos que están fuera de los límites humanos?

Las imágenes creadas por estas jóvenes pudo contribuir a pensar en máquinas que nos humanicen y nos ayuden a conocer cómo funcionan las emociones o el mundo espiritual; en definitiva frenar la sumisión del hombre a la máquina y tratar de mejorar el espacio que habitamos. La facultad de jugar e imaginar de los niños y adolescentes está relacionada con la forma desinteresada de interacción con un artilugio funcional como es la cámara fotográfica. Las autoras pusieron a prueba un invento que había sido concebido para decir la verdad y manejaron la técnica en lugar de dejarse llevar por ella (como hubiera hecho el funcionario de Flusser); no se dejan amedrentar por su poder documental y hacen trabajar a la cámara para construir una realidad en el ejercicio de su libertad. Las niñas por osadía o desconocimiento han roto la voluntad de la máquina.

El uso posterior que se hace de las fotografías como certificado de presencia para reforzar una pseudociencia es un problema que se escapa a las autoras y a la propia fotografía. Si la cámara ha sido capaz de captar los seres invisibles al ojo, es indicativo de que están y la fotografía es testigo directo, no ya del índex o huella de paso de los individuos sino corroborando lo que se ansía creer. Si las adolescentes hubieran querido mentir desde una perspectiva maquiavélica de construcción consciente de una ficción, destinada a crear verdaderas grietas razonables, quizá lo hubieran hecho mostrando imágenes simbólicas, tal como decía Dubois. A través de fotos de los rastros dejados por gnomos o hadas en el bosque, como caminos, pequeñas herramientas de trabajo, signos de la vida, de ropa olvidada,… señales que conjuran al referente de una realidad imaginada.

Esta es una imagen arquetípica de la tensión que impregna toda fotografía: la contradicción de mensajes a través de lenguajes sin código y codificados en una sola imagen. Tal como dice Barthes, la connotación o expresión de significados llega muy lejos, nada menos que a 1983, año en el que el engaño fue sacado a la luz y una de las autoras confirmó el truco realizado como juego inocente que se les fue de las manos.

No estamos ante una fotografía con valor artístico, sin embargo, sí que sirve eficazmente para teorizar con respecto a la producción artística de vanguardia en cuanto a la exploración de lenguajes; Picasso afirma en una frase ya mítica: “En aprender a pintar como los pintores del renacimiento tardé unos años; pintar como los niños me llevó toda la vida” , donde resume la posición del artista moderno que, sin ser inocente, busca realizar un trabajo honesto y coherente, libre de condicionantes ajenos a la propia creación y elaboración de conceptos.

Enlaces para documentar las imágenes de Las hadas del bosque de Cottingley:
http://magonia.com/2008/08/22/las-hadas-arthur-conan-doyle/
http://magonia.com/2010/11/02/muere-geoffrey-crawley-fotografo-demostro-falsedad-de/  

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