Se rebasan todos los límites ante el empeño de gustar. Julião Sarmento deja constancia en estas obras de hasta donde se puede llegar en el afán por atraer y cautivar; los márgenes son muy difusos ya que se vislumbra, incluso, la pérdida de uno mismo, no sin antes haber pasado por la creación de espacios muy poco afines a la naturaleza humana y un comportamiento de supervivencia extrañísimo, entre malabares que dasafían las leyes físicas y el ámbito del equilibrio emocional.
Sarmento sugiere contrastes entre la naturaleza y la geometría arquitectónica; entre el cuerpo de una mujer (en su mínima y frágil figura de cera como las delicadas bailarinas de Degas) y una torpe estructura antropomórfica de madera articulada; incitación erótica y rigidez artificial; entre lo real y lo construido; entre el ser y el parecer.
Estas obras invitan a la investigación no manipulada, porque en todo ello hay una parte de verdad y de belleza; los gustos y disgustos forman una realidad que orbita alrededor de cada individuo. Cojo el testigo que me estimula a encontrar o crear mi propio equilibrio, sin olvidarme que el secreto está en descifrar los códigos de relación y comunicación; en definitiva anticipar los abismos a donde nos dirigen las tensiones, la rigidez y las fracturas sociales.