El conocimiento del yo constituye el único poder auténtico

“De bestias y santos” (2006) es el trabajo en el que el artista visual Manuel Granados ha ido elaborando un cuerpo de obra en el que la base fundamental es el autoconocimiento para una mayor y mejor conexión con el entorno. Desde esta base primordial, el artista interpela las concepciones contemporáneas del poder y las desenmascara como ficciones instrumentales.
El hombre más poderoso del mundo preguntó al santo: ¿Qué hago con mi poder?
El santo respondió: ¿Qué poder?
“De bestias y santos”. Manuel Granados, 2006
Este diálogo, aparentemente simple, entre el poderoso y el arquetipo del santo encapsula una crítica radical al poder entendido como dominio. Para Granados, este no es más que una narrativa derivada del miedo: un espectáculo que distancia al ser humano de su potencial de iluminación interior. La estructura externa del poder deviene, así, en un escenario perverso donde las relaciones jerárquicas perpetúan la alienación del sujeto.
De ello se deriva una distinción crucial entre poder y control, situando el primero en el ámbito del autoconocimiento. Su visión converge con el pensamiento de Michel Foucault, quien definía el poder no como un atributo, sino como una dinámica relacional, donde el poder se ejerce. Sin embargo, Granados reconfigura esta perspectiva al trasladar el debate al terreno de la subjetividad iluminada, donde el conocimiento de uno mismo emerge como la forma más pura de empoderamiento. Desde esta óptica, el poder deja de ser una herramienta de opresión para convertirse en un medio de conexión cualitativa con los otros. Este enfoque se alinea también con la filosofía de Martin Heidegger, quien sitúa el «ser» como una dimensión primordial frente a las construcciones sociales alienantes.

La primera sustancia del no ser representada en el ser es la libertad
Manuel Granados despliega un discurso visual que tensiona los límites entre fotografía y pintura, apropiándose de ambos lenguajes para subvertir las convenciones estéticas. Sus series de fotografía con tratamiento pictórico transforman el medio fotográfico en un espacio metafísico donde se cuestionan los límites de la representación. Estas imágenes no solo invitan a la introspección, sino que también desestabilizan las jerarquías narrativas que condicionan nuestra percepción.
En series como “Cuerpo y peso” y “Retratos con vacío necesario”, el artista interviene las superficies fotográficas con gestos pictóricos que incluyen rasgaduras, manchas, sobreimpresiones y superposiciones, rupturas formales que operan como una metáfora visual del proceso de iluminación. Al desdibujar los contornos de lo real, las composiciones evocan una dimensión espiritual que interroga las estructuras tradicionales del poder. Este enfoque dialoga con las reflexiones de Walter Benjamin sobre el «aura» artística, subvirtiendo las dinámicas de dominación que caracterizan el uso contemporáneo de la imagen. Estas técnicas no solo violentan la representación bidimensional, sino que instauran una materialidad disruptiva que redefine el significado del cuerpo representado.



En un contexto social donde las imágenes funcionan como herramientas de control—a través de la publicidad, la propaganda política y otras formas de discurso visual—, Granados utiliza un lenguaje tan cotidiano como la fotografía y la interviene para desarmar estas lógicas y ofrecer una alternativa liberadora. Cada obra se convierte en un acto de resistencia que invita al espectador a cuestionar su relación con el poder y a explorar el conocimiento de su yo como una posibilidad emancipadora.
Toda esta reflexión interdisciplinar queda cimentada en el concepto del vacío como un horizonte ontológico y epistemológico. Desde su proyecto inaugural, “De bestias y santos”, Granados afirma que el empoderamiento genuino que radica en el autoconocimiento es alcanzable únicamente mediante la internalización del vacío como una matriz de potencialidad ilimitada capaz de transformar el control en un camino hacia la libertad interior. En sus palabras: «solo a través del vacío, la libertad se hace real, posibilitando el autoconocimiento».

Lejos de ser una carencia, el vacío se conforma como un espacio generativo que desmantela los condicionamientos impuestos por las estructuras de control, permitiendo al individuo explorar los límites de su subjetividad e imaginar su relación con el mundo.
En “Retratos con vacío necesario”, Granados subvierte la tradición del retrato al borrar o distorsionar los rasgos faciales de sus sujetos. Esta «ausencia» no equivale a una negación, sino a la apertura a otras formas e ideas que desestabilicen las lógicas de visibilidad y representación. Al desfigurar el rostro—emblema de la identidad en la tradición occidental—, el artista desmantela las categorías que definen al sujeto y lo reinscribe en un campo de posibilidad ilimitada.
Este juego entre ausencia y presencia puede interpretarse como un cuestionamiento del poder hegemónico para definir y controlar la subjetividad. Granados no solo destruye las imágenes, sino que las resignifica, construyendo un lenguaje visual que invita al espectador a confrontar su propia relación con el poder, la identidad y el deseo.
El cuerpo humano, fragmentado y abstraído, al que se le añade un vacío se convierte en un símbolo de resistencia frente a las narrativas hegemónicas que lo instrumentalizan. Granados aborda el cuerpo como un campo de tensiones entre las ambiciones, la búsqueda de uno mismo y las estructuras de poder, evocando también nociones de abyección y trascendencia. Esta dinámica de intervención plástica puede interpretarse como un eco de las teorías de Georges Bataille sobre lo informe y la disolución de las categorías.

El vacío en la obra de Granados no se limita a denunciar los mecanismos de poder que disciplinan los cuerpos tal como el pensamiento de Michel Foucault describe y disecciona; su tratamiento del vacío sugiere una alternativa radical: la posibilidad de un sujeto autónomo que se emancipa de las relaciones de poder a través de un proceso de des-identificación y reconstrucción. El propio Martin Heidegger vinculó el «vacío» con la apertura hacia el ser, mientras Emmanuel Levinas, lo interpretó como una apertura hacia la alteridad radical.
Sin embargo, Granados da un paso más allá de ambos filósofos concibiendo el vacío como un espacio indeterminado donde coexisten las infinitas posibilidades del devenir. En este sentido, su obra trasciende la denuncia política para instalarse en un terreno ontológico donde el vacío opera como un agente transformador que habilita nuevas configuraciones de subjetividad y conexión, donde la imaginación deviene en un acto vital.

