
Desde la primera obra que abre el recorrido de la exposición se hace presente una cierta provocación al espectador. El artista apremia al receptor, si no está ávido la imagen se esfuma ante sus ojos sin saber qué ha pasado. Se trata de un vídeo donde se observa una mano que pinta con agua sobre una piedra lisa al sol; la mano se afana en reproducir un retrato que el sol siempre termina borrando por evaporación del agua. Esta videoproyección, Re/trato, y el título de la muestra, Des/materializaciones, son la clave que necesitaremos para decodificar una abrumadora realidad: el tiempo acaba con todo y todos/as. Urge mirar para atrapar lo representado antes de que se desvanezca y no quede ningún rastro de existencia.

Desconcierto y angustia que el autor va dulcificando a lo largo de la muestra porque es capaz de contarnos el relato de la destrucción de una manera pacífica y calmada.
A priori, pintar, dibujar o plasmar una imagen cualquiera suponen materializar una idea para que sea visible al ojo. Sin embargo Oscar Muñoz juega con el concepto contrario, es decir, cómo la imagen se deteriora y termina borrándose por la acción del tiempo. Le obsesiona descubrir qué hay antes y después de la fijación de una imagen sobre un soporte.

Respondiendo a su inquietud multidisciplinar investiga materiales y elementos diversos que va incorporando en su producción; Estudia cómo la imagen dialoga con la superficie donde se inscribe y las substancias que configuran la forma. Utiliza el agua sobre piedra, las tintas fluyendo en pies de ducha, fotografías impresas en cortinas de baño o plexiglas, fuego de cigarrillo quemando papel, café que impregna terrones de azúcar, vaho en los espejos, proyecciones o videoarte… Todo un laboratorio de experimentación de signos y significados cargados de expresividad y simbolismo para hablarnos del proceso que sufren las imágenes, análogo a la evolución orgánica de nacimiento/creación, vida y muerte.

En la pieza Juego de las probabilidades la construcción de su identidad se va haciendo por superposición, sustitución o transformación de los distintos yoes fragmentados que se van adquiriendo mientras se vive; las pequeñas fotos de carnet recopiladas en 50 años, como miniaturas representacionales del siglo XIX, le ofrecen la oportunidad de prefigurar una nueva fijación: retratos entretejidos con las distintas instantáneas para que las suturas sigan siendo visibles. Fotografía los retratos resultantes en el hueco de una mano: una metáfora de insignificancia, pero también de amor y protección hacia la fragilidad del ser.

A la imagen, como a la palabra, se le encomienda una enorme responsabilidad: ambas deben dejar constancia de la existencia, de lo ocurrido, de la verdad. Sin embargo Oscar Muñoz pone en duda esta premisa, porque en el instante de fijación en la fotografía o secado de la tinta en el dibujo hay un momento crítico en que el proceso se puede paralizar o desvirtuar. De esta forma el hecho o el individuo retratado no pueden archivarse ni formar parte de la memoria del mundo. La imagen se halla en lucha contra el recuerdo no documentado y el tiempo que actúa como agente invasivo. Los adversarios se enfrentan en una pulsión vital incesante en la obra de Muñoz.

El constante palpitar entre vida y muerte se manifiesta en la videoinstalación Biografías: imágenes que fluyen desde la mancha de tinta hasta conformar retratos (que pertenecen a difuntos anónimos extraídos de archivos parroquiales) que vuelven a convertirse en imagen-borrón en flujo que desaparece por el desagüe. Las piezas de vídeoarte, con la condición de tiempo implícita, le permiten reproducir lo que significa para él conceptualmente la huella, la impronta y el tiempo. Obras como Biografías, Sedimentaciones, Línea de destino, Editor Solitario, El coleccionista o Fundido a blancoinsisten una y otra vez en los procesos de existencia/desaparición o memoria/olvido.

Las imágenes se convierten en manos del artista en retazos inconexos y descontextualizados que pretende ordenar de forma subjetiva o arbitraria. Insiste sin flaquear en su tarea de dar sentido a individuos en perpetua evolución con la desconcertante certeza de que, antes de encontrar un significado coherente, habrán desaparecido.
